martes, 4 de noviembre de 2008

El Surrealismo

Contrariamente al Impresionismo francés, el Surrealismo trabajó independientemente del mundo de la industria y del mercado cinematográfico. Este estaba estrechamente ligado al Surrealismo literario y pictórico y al pensamiento de Sigmund Freud. Seguía las teorías expuestas en el Manifiesto surrealista de André Breton (1924), impulsor del movimiento.Los principios básicos de este movimiento se centraban en la experiencia onírica, en el privilegio del inconsciente y en el rechazo de la razón, de la lógica y de toda preocupación estética y moral.
El Surrealismo cinematográfico intuyó la estrecha relación entre cine y sueño, entre los mecanismos de la visión fílmica y los de la visión inconsciente.
El primer intento de llevar el Surrealismo a la pantalla fue La coquille et le clergyman (Dullac, 1928), a partir de un texto de Antonin Artaud. La película no gustó a los surrealistas, que rechazaron su excesiva cura formal.
Las dos películas que mejor representan las inquietudes surrealistas son Un chien andalou, 1928 y L’age d’or, 1930, ambas dirigidas por Luis Buñuel.
En estas películas resulta evidente el carácter antinarrativo del cine surrealista, que ataca toda forma de causalidad: los eventos no obedecen a una relación de causa-efecto, sino que se suceden arbitrariamente, sin ningún tipo de control lógico o racional.
En la primera escena de Un chien andalou, por ejemplo, un hombre corta la pupila de una mujer, que ni siquiera intenta protestar.
Diversamente de lo que ocurría en el Impresionismo francés, en el Surrealismo no existía la psicología de los personajes. El deseo erótico, gestos blasfemos, la violencia, el humor negro, son algunos de los materiales que los surrealistas organizan en sus películas, cuya forma es libre y abierta, donde todo puede ser aceptado o rechazado, con el fin de que emerjan los deseos e impulsos más escondidos y oscuros del espectador.


Fotograma de Un chien andalou.

El Impresionismo francés

Después de la 1ª Guerra Mundial, el mercado francés estaba dominado por la industria hollywoodiana. Sin embargo, durante la década de los años '20, una generación de directores, como Abel Gance, Louis Delluc, Germaine Dulac, Marcel L’Herbier o Jean Epstein, se abrió paso, proponiendo una nueva ola de renovación cinematográfica.
Esta generación de artistas defendía la pureza del arte cinematográfico, comparándola con la poesía, la pintura y especialmente con la música. Esta concepción coincidía con la que Ricciotto Canudo expuso en un manifiesto de 1911, en el que denominaba el cine como el Séptimo Arte. De hecho, según estos artistas, el cine debía liberarse de toda influencia literaria o teatral, transformándose en un medio a través del cual el artista pudiese expresar sus sentimientos.
La emoción era pues el elemento central de su estética, el interés no recaía en la acción o en el comportamiento de los personajes, sino que se concentraba en su realidad interior.
El tiempo y el espacio fueron continuamente manipulados mediante el uso de imágenes de la memoria, sueños, fantasías o estados mentales. La película La souriante madame Beudet (Dullac, 1923), por ejemplo, está construida sobre los deseos y fantasías de la protagonista.
Los cineastas franceses de los años ’20 usaron varias técnicas cinematográficas para dar cuerpo a los estados de ánimo de sus personajes. Es importante el recurso del montaje rítmico, para sugerir el modo en que un personaje percibe la realidad que lo rodea y los eventos que en ella se manifiestan. En los momentos más intensos el ritmo se vuelve cada vez más acelerado, como en la escena de La roue (Gance, 1923), donde el choque entre dos trenes está representado por un montaje de planos muy breves que se suceden muy rápidamente.
Aunque el cine Impresionista obtuvo grandes resultados en el plano artístico, no consiguió involucrar al gran público, sólo a una pequeña élite.
Con la introducción del sonoro en el cine, la industria francesa no estaba dispuesta a llevar a cabo proyectos tan arriesgados, así que la experiencia impresionista terminó junto al cine mudo.

El Expresionismo alemán

El Expresionismo es una vanguardia histórica que se difundió en Europa entre 1905 y 1925, sobretodo en Alemania.
Mientras que en el Impresionismo la realidad objetiva se imprimía en la conciencia del artista, los artistas expresionistas proyectaban sus sentimientos y
estados de ánimo directamente, sin ningún tipo de mediaciones. En muchos casos estos sentimientos negativos se relacionan con el contexto histórico y social de Alemania en ese período: después de la 1ª Guerra Mundial Alemania fue humillada, hubieron diferentes luchas sociales y la revolución industrial tardó en asentarse.
Los expresionistas se diferenciaban de los realistas por su voluntad de restar objetividad al mundo; utilizaban colores violentos y formas sin equilibrio; se obtó por destruir el sentimiento de belleza y por deformar la realidad. Todos estos elementos constituyen la imagen del alma alemana después de la 1ª Guerra Mundial.
Esta corriente tuvo su correspondencia con un nuevo estilo cinematográfico: el cine expresionista alemán.
Todo empezó cuando en 1919 Erich Pommer, un productor alemán independiente, decidió colaborar con Carl Mayer y Hans Janowitz en un proyecto poco convencional. Pommer consultó a tres pintores expresionistas (Warm, Reimann y Rorigh) que le propusieron rodar la película de manera expresionista.
Considerando el triunfo que ya había obtenido la corriente expresionista en pintura, literatura o arquitectura, Pommer pensó que podría ser una buena ocasión para lanzar el cine alemán en el plano internacional.
Los hechos demostraron que tenía razón: El gabinete del Dr. Caligari (Das Kabinett de Dr. Caligari) de Weine, 1919, tuvo mucho éxito en Francia y otros países.
El Expresionismo alemán trabajaba mucho en la puesta en escena. La escenografia, de derivación teatral y pictórica, era expresamente irreal, con el fin de mostrar una realidad deformada. Los actores iban excesivamente maquillados y se movían sinuosamente. Todos los elementos de la puesta en escena colaboraban entre ellos dando lugar a una composición global, en la que los personajes, no eran simplemente algo que existía en un determinado ambiente, sino que constituían elementos visivos que se fundían con el espacio.
En el Dr. Caligari, el espectador ve el mundo a través de los ojos de un loco: la película es una proyección de la visión trastornada del personaje.
La presencia de estos personajes delirantes o malvados y las macabras y oscuras tramas expresionistas, han sido interpretadas como la indirecta expresión del caos social y político que vivía Alemania y, según algunos, como la inconsciente prefiguración de la tragedia del nazismo.



Fotogramas de El gabinete del Dr. Caligari.


lunes, 3 de noviembre de 2008

Hacia las nuevas vanguardias

Hacia finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el Positivismo entra en crisis: quiebra el sueño de hacer de la ciencia garantía de progreso y felicidad humanas y nacen nuevas exigencias intelectuales y espirituales. Se pasa de una concepción de la realidad como hecho objetivo y lineal, a una nueva y más compleja percepción, irreducible a una visión esquemática y cuantitativa de la existencia.
La teoría de la relatividad, enunciada por Einstein en 1905, demuestra que ni siquiera las matemáticas ni la geometría son del todo objetivas, sino que se basan en convenciones relativas.
La ciencia Positivista había también intentado estudiar los problemas psicológicos mediante criterios mecanicistas, afirmando que la esfera interior del hombre obedece a leyes fisiológicas. Sigmund Freud, con el psicoanálisis, demuestra, en cambio, los límites de la ciencia en ámbito psiquiátrico, contraponiendo la teoría del inconsciente.
Decaen, pues, los principios racionalistas, la ciencia no ofrece verdades absolutas; se difunden corrientes de pensamiento irracionalistas y existencialistas. La filosofía se rebela contra una visión demasiado racionalista y científica del hombre y defiende la importancia de los valores subjetivos e individuales en el pensamiento, en la forma de actuar y en definitiva, en la forma de entender la realidad.
Uno de los mayores representantes de esta nueva etapa es el filosofo alemán F. Nietzsche; con su teoría del superhombre, rechaza el optimismo positivista y pone en duda la entera sociedad y filosofía occidentales, derribando todos los valores y proclamando la muerte de toda certeza tradicional. Junto a este, es importante también citar a la figura de Henri Bergson, cuyo pensamiento defiende una concepción dinámica y en continuo devenir de la existencia; entendiendo la vida como una continúa creación revelada por la intuición y no conocible por la ciencia.
Los artistas ya no buscan retratar o describir la realidad fenoménica, sino que indagan dentro de su propia realidad interior.
Surgen así nuevas perspectivas de arte que influyen en todos los campos artísticos y culturales: el futurismo, el dadaísmo, el cubismo, el ultraísmo, el surrealismo, el expresionismo...etc. Diversas corrientes vanguardistas caracterizadas por diferentes fundamentos estéticos, pero englobadas por su lucha común contra la tradición y su gusto por la novedad, lo experimental y la libertad individual.